martes, 10 de agosto de 2010

Nostalgia post obra

Para hacer teatro solo se necesitan dos cosas: dos personas. Eso es lo mínimo en indispensable para que ocurra una situción de tetaro tal como la entendemos en el occidente. Alguien que genere distintas experiencias estéticas en un público a través de su cuerpo. Con los movimientos y con la voz uno puede trasladar a otro a distintos escenarios imaginarios, lo que lo hará vivir distintas sensaciones, aún después de haber finalizado la actuación.

Cuando se cierran los telones para teatros casi siempre uno se queda con un remanente de la obra en su mente, pensando todo lo que sucedió, queda un o muy feliz, o triste, dependiendo de la temática de la obra, o hasta cuando la obra es muy mala y lo único que uno quiere es salir del teatro ofendido sigue teniendo un ejemplo remanente en el espectador.

Muchos sienten una especial afición por éste gusto nostálgico que ocurre después de ver una obra, a la cual no se le encuentra un nombre en especial pero suele tener un efecto a veces tan placentero, como el mismo instante en el cual uno está hipnotizado en su butaca mirando hacia el escenario, totalmente inmerso en ese mundo ficticio que se crea a tan solo unos metros de uno.

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